Hola a todos los que hoy comenzáis a leerme, os doy la bienvenida a mi nuevo sitio web personal y particularmente a mi blog, donde expondré y desarrollaré diferentes temas relacionados con la música y la gente que se dedica a ella. Os invito a que dejéis vuestros comentarios, y si os parece de interés que compartáis en vuestras redes este contenido, ya que la idea es ayudar y ofrecer ideas a todos los músicos de cualquier especialidad.
Hoy voy a hablar un poco más en profundidad sobre mí, e intentando ser lo más breve posible, resumir lo que han sido estos 40 años dedicados profesionalmente a la música como director, docente, compositor, arreglador e instrumentista.
Afortunadamente no vengo de una familia de músicos por lo que elegí libremente esta forma de vida sin sentir ningún tipo de presión familiar. Yo creo que en cierto modo fui un poco la “oveja negra” de la familia por tener esta vocación. El ser humano puede elegir qué hacer . . . pero no puede elegir qué desear.
Como decía, ni mis padres ni abuelos fueron músicos ni estudiaron ningún instrumento. Solo mi padre tenía una vieja guitarra que muy raras veces sacaba de su funda y rascaba un poco. Pero fue suficiente para que cuando yo tenía aproximadamente entre 8 y 9 años me enviaran a estudiar dicho instrumento sin tener ningún conocimiento previo, ya que en aquella época en la escuela primaria no existían enseñanzas musicales. Tengo en mi memoria las palabras de mi madre cuando fue a hablar con el profesor de guitarra por primera vez y le dijo refiriéndose a mí, “él no sabe ni lo que es un pentagrama” . . . y era verdad . . . no tenía ni idea.
Aquel día comencé a forjar mi primer vínculo musical con el que fue mi profesor de guitarra, a quien admiro y aprecio muchísimo, y con quien mantengo el contacto hasta el día de hoy. Su nombre es Álvaro Eguren; a él le debo muchísimo de lo que ha sido mi vida musical hasta el día de hoy.
No lo he mencionado antes, pero estimo que muchos de vosotros sabréis que nací y viví hasta los 29 años en una pequeña ciudad del Uruguay llamada “Treinta y Tres”, de gran tradición en lo que a música folklórica y popular uruguaya se refiere, y por supuesto donde la guitarra está siempre presente como instrumento principal.
Cuando llegué a cumplir los 12 años ya tocaba relativamente bien la guitarra y comencé mis estudios secundarios, donde sí teníamos una hora semanal de una asignatura que en aquella época tenía el nombre de “Apreciación Musical”.
A los 13 años ya en el 2do año de la secundaria descubrí algo que lo cambiaría todo . . . escuché por primera vez el concierto de “La Primavera” de Vivaldi . . . en pocas palabras descubrí lo que se llamaba “música clásica” y eso – no me pregunten porqué pero hasta ahora ni yo lo entiendo – me hizo dejar de lado mi vocación aeronáutica. Pues hasta ese momento mi mayor deseo era ser piloto de avión, cosa que después de un tiempo también conseguí pues sigo siendo un apasionado de la aviación y su historia.
El resultado fue que la música pasó a ocupar la mayor parte de mis pensamientos y aspiraciones futuras.
Por supuesto que no fue solo Vivaldi; también Bach, Haendel, Mozart, Haydn, Beethoven y todo lo que las “profes” de Apreciación Musical pudieran hacernos escuchar en clase yo lo absorbía con insaciable voracidad. Y mientras mis compañeros se gastaban algún dinero en comprarse discos de la música pop del momento, el primer disco que pedí a mis padres fue como no . . . “las 4 estaciones de Vivaldi”.
Cuarenta y pico de años después ese mismo disco de pasta de 33 revoluciones está hoy a 1 metro del ordenador donde estoy escribiendo esto y lo mantengo en excelentes condiciones a pesar de las innumerables veces que ha sido reproducido.
Hasta acá va el post de hoy, espero que no os haya resultado aburrido . . . continuaré próximamente con esta historia que iré dedicando a todos aquellos profesores y gente de la música que me hicieron valiosos aportes y cuya memoria conservo siempre. Hasta la próxima.